Hoy en lugar de un cuento quiero contaros una historia; la historia de El Último Unicórnalo. Es una historia que leí hace ya muchos años en el libro titulado; La Guía Fantástica, un libro que os recomiendo porque además de la historia que hoy os quiero contar, descubriréis en él muchas otras historias maravillosas.
La Historia del Último Unicórnalo es la historia de Nito, pues ese fue el nombre del último unicórnalo que existió.
Pero quizá, en este punto, debiera explicaros lo que es un unicórnalo. Os lo describiré tal y como lo hace el mismo libro, tal y como la hace La Guía Fantástica.
Los unicórnalos "son unos caballos imaginarios, de color blanco, que tienen alas y un cuerno de cristal transparente encima del morro".
¿Podéis imaginároslo? Pues precisamente de eso va esta historia.
El unicórnalo Nito es por supuesto un animal inventado. Vivía junto a otros animales y otras cosas inventadas en el mundo imaginario.
Como todos los unicórnalos, Nito quería hacer algo excepcional en su vida. Todos sus antepasados habían hecho algo especial. Pero Nito, como único y último en su especie, quería hacer algo mucho más especial.
Tras mucho pensar, se le ocurrió la genial idea de saltar del mundo imaginario donde vivía a nuestro mundo; el mundo real. Viajaría hasta una gran ciudad y se dejaría ver para mostrarse como un animal maravilloso.
El problema de hacer un viaje como ese, es que Nito como todos los unicórnalos y como todos los animales inventados, corre el riesgo de desaparecer sin la energía que hace posible todo el mundo inventado; la imaginación.
Una vez un animal inventado como el unicórnalo Nito salta de su mundo al nuestro, gasta su energía de tal manera, que hasta llega a desaparecer y le resulta imposible desplazarse. Un unicórnalo necesita a alguien con la suficiente imaginación como para imaginárselo, para volver a hacerse visible y seguir valopando.
Ah, porque debéis saber que valopar es la forma que tienen los unicórnalos de desplazarse de un lado a otro. Despliegan sus enormes alas blancas y vuelan por el cielo.
Nito tuvo suerte porque para su primer vuelo, al salir de su mundo imaginario hasta nuestro mundo real, y justo cuando se le acabaron las fuerzas y se volvió invisible, cayó justo al lado de un niño. Os podéis imaginar, por la enorme capacidad imaginativa de los niños, que a este no le fue muy difícil imaginarse un unicórnalo. Claro que Nito tuvo que explicarle cómo era, pero en cuanto el unicórnalo le explicó que era un hermoso caballo blanco con alas de plumas y un cuerno de cristal en el morro, el niño lo imaginó y Nito se hizo visible de nuevo. El niño y el unicórnalo valoparon con la energía de la imaginación del primero, todo lo que les fue posible.
Pero aunque la imaginación de un niño es fuerte y duradera, no es ilimitada, por eso en su viaje a la gran ciudad, el unicórnalo tuvo que usar la imaginación de otras personas. Nito viajó con un vagabundo, con una mujer casada, con un general y finalmente con un hombre de negocios.
¿Os preguntáis si un hombre de negocios tiene imaginación suficiente como para imaginarse y hacer valopar a un unicórnalo? El que se encontró Nito la tuvo. Fue capaz de imaginarse un animal tan magnífico como un unicórnalo porque también se imaginó que podría ganar dinero con él.
Con esa intención, con la intención de ganar dinero con el unicórnalo, la imaginación del hombre de negocios los hizo llegar a ambos hasta la gran ciudad. Cierto es que ya les quedaban pocos kilométros y sobró imaginación hasta para que Nito, siguiera visible algún tiempo más.
Mientras que el hombre de negocios corrió a hablar con el alcalde de la ciudad y proponerle el gran negocio de mostrar a Nito en el zoo, a Nito le tocó esperar en una jaula. Ya veis, en una jaula. Pero a Nito no le importó porque pensó que la idea de estar en un zoo era precisamente una buena idea para conseguir su objetivo, dejarse ver y que mucha gente pudiera ver un unicórnalo.
Pero justo antes de la gran inauguración del evento de presentación del unicórnalo, justo cuando las puertas del zoo se abrieron para dejar paso a toda la gente que había recibido la noticia de que el zoo albergaba un animal tan maravilloso, Nito gastó las últimas energías de la imaginación del hombre de negocios y desapareció.
Imaginad el enfado de toda la gente que se había desplazado para ver al unicórnalo. Todos gritaban y exigían que se les devolviera el dinero. Y así continuaron hasta que una viejecita se percató de un cartel que el negociante había colocado justo a los pies de la jaula y donde se leía:
UNICÓRNALO NITO
ÚNICO EJEMPLAR EXISTENTE.
CABALLO BLANCO FABULOSO
QUE TIENE ALAS DE PLUMA
Y UN CUERNO DE CRISTAL TRANSPARENTE
ENCIMA DEL MORRO.
En cuanto la viejecita se imaginó a Nito, el unicórnalo apareció saludando al público y haciendo reverencias.
A todo esto, un vagabundo, lo recordaréis porque fue uno de los amigos de Nito que le ayudaron a viajar hasta la gran ciudad con su imaginación, oyó del evento en el zoo y se acercó estando seguro de que se trataba del mismo unicórnalo que él había conocido.
Cuando descubrió a Nito en la jaula, lo primero que pensó fue en liberarlo. Pero Nito le dijo que no se preocupara, que estaba cumpliendo su objetivo y que mucha gente estaba viéndolo. Pero también le pidió algo, unas hojas de papel el blanco porque pensaba escribir un libro mientras estuviese allí.
El vagabundo le llevó las hojas de papel en blanco y el unicórnalo se arrancó una pluma de las alas y empezó a escribir su libro con la gotita que le quedó en la punta. Y aunque el vagabundo insistió en llevarle además de papel un bolí, Nito no quiso. Era así, con su sangre, como debía escribir ese libro.
No os preocupéis porque Nito era un unicórnalo muy viejo y a los unicórnalos viejos ya casi no les duele nada, ni siquiera arrancarse plumas de las alas.
El negociante que escuchó la conversación entre el unicórnalo y el vagabundo, se acercó rápidamente para comprar los derechos del libro de Nito que este le vendió con una condición; que editaría el libro fuera como fuera y a pesar de todo. El negociante, extrañado por la extraña petición, aceptó viendo el buen negocio.
Nito siguió escribiendo y escribiendo su libro con la sangre de sus plumas siempre y cuando alguien se lo imaginara de nuevo, porque de vez en cuando desaparecía de la vista del público que lo visitaba en el zoo.
Pero más tarde o más temprano, alguien leía el cartel en la jaula que describía al animal y este reaparecía con más o menos fuerza para ponerse inmediatamente a escribir.
Tantas plumas se arrancó, que un día no le quedó ni una. Ese fue el mismo día en que acabó el libro y ese fue el mismo día en que tranquilo, el unicórnalo suspiró, sonrió y desapareció para siempre.
¿Qué fue del libro de Nito? Para saber qué aventuras y desventuras ocurrieron alrededor de un libro mágico escrito con sangre de unicórnalo, tendréis que leer el libro; La Guía Fantástica.